
De entre todos los seres vivientes que pueblan el planeta Tierra, existen unos muy especiales que se distinguen por su comportamiento: los humanos.
Estos se consideran como especie superior dominante a todas las demás no sólo en el ámbito de su propio planeta sino también a nivel cósmico. Esta “superioridad” la basan en una facultad a la que llaman “racionalidad”.
Gracias a esta facultad han alcanzado una supremacía indiscutible sobre todos los demás seres vivientes terrestres y cotas importantes en el desarrollo de sus inquietudes, pero la absurda vanidad de sentirse únicos y superiores les ha orientado hacia otros caminos muy distantes de los de su propia naturaleza introduciéndolos en un complicado laberinto para encontrar su verdadera identidad. La consecuencia ha sido un enfrentamiento con el Gran Programa que les oculta su propio ser y, por tanto, les complica su existencia.
Desde un principio, la racionalidad les ha inducido a una obsesiva tarea de diferenciación, a la catalogación, a la distinción. Todo lo diferencian en primera instancia en bueno, malo e indiferente. De forma que con ello cultivan el juicio y, como consecuencia, el anhelo o deseo para obtener lo que clasifican como bueno y el temor o rechazo de lo que consideran malo.
A partir de ahí, según afinidades, ambiciones o temores se agrupan. Los humanos son grupales en extremo. Existe un extenso mosaico de variedades. Hay grupos diferenciales por su aspecto exterior, a lo que llaman razas, o por sus reglas de comportamientos como tal, a lo que llaman cultura, por creencias sobrenaturales, a lo que llaman religiones, por afinidades de gustos, por espacios territoriales etc.
Para cada grupo crean su propia reglamentación, formal o informal, que les difiere de los otros, que les da derechos y les exige deberes. El individuo, por tanto, sin darse cuenta, con “su sentido de pertenencia” a cada uno de los múltiples grupos soporta el enorme peso de la diferenciaciones a las que debe responder con fidelidad. Este peso grupal les genera una enorme falta de libertad.
Es penoso verles buscar la felicidad en estas condiciones.
La conciencia de grupo por estar situado en un espacio de influencia merece una atención especial. El planeta Tierra es un planeta plagado de puertas, paredes, muros, cercas, límites, divisiones y fronteras. Existen los domicilios familiares, los clubs, los barrios, los pueblos, las provincias, las regiones, los estados…
A la gestión de los bienes que poseen le llaman “economía” y para facilitar su intercambio decidieron inventar el dinero para poder poner precio a las cosas y facilitar el intercambio con otros grupos.



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