¿Qué te pasa?


¿Qué te pasa? ¿Te sientes manejado? ¿Te sientes débil porque tus deseos, tus necesidades, tus fantasías, tus ansias de poder, tus prejuicios te presionan en exceso? ¿Te sientes inseguro porque temes perder tus posesiones? ¿O te sientes intranquilo porque no estás satisfecho con lo que tienes y necesitas más?
Obsérvate y observa a tu alrededor.
Fíjate en el sistema social que nos envuelve, ése mismo que pretende convertirnos en materia prima de sus propósitos, que pretende doblegarnos exigiéndonos el sacrificio de la propia razón de nuestra existencia. Fíjate que consiguen hacernos admitir situaciones inadmisibles como si fueran las más normales. Observa que pretenden tratarte como un número más que engorda una estadística fría, como una línea más de un listado de ordenador.
Observa que existe una obsesión por parte de todos los mecanismos sociales por disminuir tu capacidad de criterio propio, tu voluntad, tu sentido común. Observa cómo por alrededor tuyo pululan los consejeros comerciales que te dicen que debes usar esto o aquello, que debes comprar esto o aquello; observa cómo los “artistas del diseño” quieren decidir por tí sobre lo que "se lleva" o "no se lleva", lo que es bonito o feo...; observa cómo pululan también los “expertos” que aconsejan esto o lo otro en los programas de radio o en las revistas dominicales; observa cómo entran en escena los dirigentes que evitan afrontar los verdaderos problemas de defensa de la vida natural, del fomento del criterio individual, del mal reparto, del egoísmo grupal, de justificación de las diferencias...
Fácilmente deducirás que todos defienden sus intereses grupales por encima incluso de sus adormecidos intereses personales. Fácilmente deducirás que buscan manejarte, que obedezcas sin más a los que piensan por tí; que te dejes llevar.
Por desgracia, en la mayoría de los casos consiguen tener éxito.
Si no te paras a pensar, a mirarte con atención dentro del escenario que te rodea, a situarte en tus justas coordenadas, acabas siendo lo que ellos pretenden que seas; acabas mirando la vida con el canuto que te ofrecen, descartando todo lo demás; pensando que vivir es andar como un jaco en la noria del trabajar-ganar dinero-consumir-fama-éxito-poder; viendo, en fin, como natural o normal lo que precisamente no lo es.
Ante todo este peso, ante esta permanente agresión, tú que de forma natural buscas sinceridad, verdad; que te gustaría que te miraran a la cara, que reconocieran que estas ahí, que eres real, que cuentas como lo que eres: una persona, un universo interdependiente, acabas poco a poco renunciando a ello. Al final, incluso te muestras tan “adaptado” al propio sistema que te alías con él y participas en su acción arrolladora contra el criterio propio de cada persona.
Por eso te convendrá parar y bajarte de este autobús loco, al menos con una sana frecuencia.
Así podrás desenterrar tu brújula interna, limpiarla, engrasarla y atenderla. Esto te hará recuperar tu propia personalidad, es decir tu justa posición dentro de la totalidad, identificará tu Norte y te invitará a andar el verdadero camino en tu vida.

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