¿ Y tú?


Y tú, ¿dónde empiezas? O, lo que es lo mismo, ¿dónde terminas?
¿Cuál es tu borde; tu límite? ¿Cuál es tu frontera?
Si te crees distinto a todo lo demás, tendrás que tener claro desde dónde eres distinto; desde aquí o desde allí, desde esta línea o desde aquella. Desde aquí para acá, o para allá. ¿Desde donde?
Tu sentido del tacto informa a tu cerebro que tú acabas, o empiezas, en tu piel: Tú eres de piel para adentro; y no eres de piel para afuera. Es decir que todo lo que hay allá fuera de tu piel es diferente a ti. Tu piel es tu borde, tu frontera.
Pero ¿qué ocurriría si ése mismo sentido del tacto pudiera percibir el magnetismo que nos envuelve?
Entonces el tacto transmitiría al cerebro que nosotros empezamos o terminamos justo allí donde la influencia de nuestras ondas magnéticas empiezan o terminan. Ése sería nuestro límite: el alcance de nuestras ondas magnéticas.
Pero, además del tacto, también otros sentidos podrán fijar nuestro límite en otras demarcaciones. Por ejemplo, el oído dirá que nosotros somos hasta allá donde alcancen la percepción de nuestros sonidos, o hasta donde seamos capaces de oír. De igual forma, si fueran nuestros ojos los jueces establecerían nuestra frontera allí hasta donde podemos ver o, más aún, allí desde donde podamos ser vistos. Y esto ya es mucho ¿verdad?
Así que existen muchos límites; tantos como jueces. Y esto nos induce a una respuesta: Si el número de límites está en función del número de observadores entonces es que, en realidad, NO EXISTEN LÍMITES.
Y si esto es así, también podríamos concluir que nada nos diferencia de lo que nos rodea y que, por tanto, EL ESPACIO NO EXISTE.
Piensa sobre esto porque es "gordo".


Ahora trasládate a otra dimensión: el tiempo. ¿Dónde empiezas o terminas en el tiempo? Donde naces y donde mueres podría ser una respuesta sencilla. Pero tú eres herencia y tú dejas herencia. Eres el resultado de algo anterior a ti y sólo con tu existencia ya te constituyes en eslabón de la existencia de otras muchas cosas. Por eso, no es tan sencillo delimitar dónde empiezas o acabas en el tiempo. De nuevo aparecen muchos límites, muchas fronteras en el tiempo que nos inducen a sospechar que tampoco en el tiempo existen límites y que nada nos diferencia.
Parece más sencillo pensar que simplemente somos lo que somos; sin necesidad de que exista un antes y un después. Resultado: EL TIEMPO NO EXISTE.
Ni el tiempo ni el espacio existen, y sin embargo tú eres. Esta es una realidad. Una realidad muy difícil de asimilar por nuestra mente lógica y científica que soporta todas sus argumentaciones en el invento racional de la existencia del tiempo y el espacio.
Al crear la mente el tiempo aparece el antes y el después; el ahora y hasta ahora, lo antiguo, lo viejo, lo moderno, lo nuevo, lo joven y todo un amplio repertorio de conceptos a los que, por añadidura, se le asocia el atributo psicológico correspondiente de bondad o maldad intrínsica.
De igual forma, en el espacio ponemos acotaciones por todas partes y diferenciamos el esto del aquello, lo de aquí y lo de más allá, lo mio y lo tuyo, lo nuestro y lo vuestro, lo deseado y odiado, lo que me falta y me sobra, lo que necesito y lo que aborrezco. Límites, bordes, fronteras. Estados, Cantones, provincias, ciudades... todo diferenciado. Pases, carnets, pasaportes, tickets, billetes... Acreditaciones de pertenencia.
"El que tiene pase pasa y el que no tiene pase no pasa".
El resultado está ahí: cualquier persona no puede andar libremente por “su” mundo, por "su" Universo; cualquier persona no puede compartir libremente "su" mundo, "su" Universo con todos los demás.
¿Qué hemos hecho? Por absurdos egoísmos o pérdidas del Norte, por tener la brújula rota, nos hemos empequeñecido, nos hemos introducido en un tarrito de cristal renunciando a nuestras inmensas extensiones.

Así que... ¿te apuntas a salir afuera, al espacio sin fronteras? ¿Te apuntas a romper tus gafas de visión reducida? ¿Te apuntas a volver a sorprenderte, a maravillarte? ¿Te apuntas a sentirte Todo por ser parte?
¿Te apuntas?

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